El 11 de
septiembre del 2001, me levante, como
todos los días puse las noticias y como
si fuera una película de terror, a las 9.59 am cae la torre sur del World Trade Center. Durante todo el día la televisión
mostro una y otra vez la tremenda tragedia y yo pensé, este día marcara mi
vida, estoy siendo parte de la historia.
Ese mismo
día era tu cumpleaños número 50 y sabía que siempre iba a asociarlo con la caída,
“el día que mi papá cumplió 50 años
cayeron las torres gemelas”.
Lo que no
imaginaba era que lo recordaría con tanto dolor, no sabía que ese sería nuestro
último momento juntos, que estaba siendo parte de la historia, pero de la mía,
la personal.
Había un
clima raro, no sé, como explicarlo, tal vez la conmoción generalizada, los
inevitables comentarios sobre lo que había sucedido coparon el festejo. Para mí
era un momento muy especial, como si intuyera que era tu ultimo cumpleaños
conmigo. Cuatro meses después, me dejaste para siempre. De golpe, de un momento
a otro, sin previo aviso caíste al suelo para nunca más volver. Me enojé, me
enojé mucho y desde la distancia que me separa del ataúd gritaba por dentro como podes dejarme, como no pensaste en mí,
como me dejas así, desamparada, sola, huérfana, te lo reprochaba sin
siquiera poder acercarme a “decírtelo en la cara”.
10 años después,
otra vez septiembre, otra vez la conmemoración involuntaria de tu ausencia,
otra vez el mismo dolor. Cuantos besos no te di, cuantos abrazos no me diste,
cuantas cosas no nos dijimos. Ahora ya es tarde.
Por ser la
hija mayor me toco la dura tarea de hacerme cargo de vos, de tus restos, de
contener a mis hermanos menores y eso no me permitió llorarte, ni sufrir, ni hablar de vos, no
pude descargar toda la bronca que tenia porque te habías ido tan pronto, todo
ese dolor que me cortaba el aire y me ahogaba literalmente.
Hoy las
cosas ya no son como eran, ahora me priorizo yo, ahora me permito llorarte,
extrañarte, sentirme sola, necesitarte.
Hoy puedo
estar triste sin fingir una fortaleza
que no tengo.
Me haces
mucha falta, sé que si estuvieras serías mi defensor, mi compañero, mi
compinche, mi protector, porque hoy se bien quien es quien en esta familia.
Papá, te
pido perdón por creer que eras “el
culpable” de todo lo que pasaba en nuestra “familia”.
Hoy se que
rendías cuentas, que no te dejaban ser, que en muchos aspectos eras víctima y
no victimario. No me importa lo que hayas sido en tu vida laboral o social,
para mi eras y serás MI PAPÁ, el que me mimaba, me quería y me cuidaba.
En donde sea que estés, FELIZ CUMPLEAÑOS PAPI, TE EXTRAÑO MUCHO