29 de noviembre de 2009

Efímero. Ultima parte



Damián abrió la puerta del departamento y Ana se desplomó en sus brazos, entre sollozos le relató lo que había encontrado en el correo electrónico de Pablo, le contó con detalles sobre las amenazas de Mariana y le preguntó si creía que fuera capaz de llevar a cabo se dejante locura.

Él la escuchó en silencio, mientras le acariciaba el cabello con los dedos, se hizo un silencio, la tomó fuertemente de una mano y le dijo que días antes de la muerte de Pablo, los escuchó a él y a Mariana tener una fuerte discusión en la sala anterior al quirófano, y ella se retiró dando un portazo y diciendo “me las vas a pagar, de esta no te vas a zafar tan fácilmente” y al preguntarle que era lo que estaba pasando él le contestó con evasivas y le dijo que era un problema de trabajo que no se preocupara.

Damián agregó que después de ese episodio, hubo algunos rumores sobre un supuesto romance entre ellos, pero nada que los confirmara.

Ana le reprochó que no le hubiese contado nada en el momento, pero él le dijo que no quería que sufriera por un simple rumor. Le preguntó si podía contar su testimonio a la policía y él aceptó.

Vinieron días muy angustiantes, la policía interrogó e investigó a Mariana que la enfrentó furiosa en el pasillo del hospital mientras se la llevaban, y a los gritos le dijo:” Pablo me amaba a mi, te molesta saberlo, estas inventado esto para vengarte de mi”

Horas después, se enteró que habían dejado a libre a Mariana por falta de pruebas en su contra.

Ana no podía creer lo que estaba viviendo, no sabía que pensar, si Mariana era culpable, tenía que descubrirlo de alguna manera.

Ese fin de semana Damián, la invitó al Tigre a una pequeña cabaña a orillas del río , sabía que a Ana le gustaba poco el aire libre, pero finalmente la convenció, no le vendría nada mal estar dos días alejada de celulares sonando, televisión, computadora y el bullicio de la ciudad.

Estaban en silencio, tomando una copa de vino cuando Damián repentinamente la besó, Ana que se separó de un salto, lo miró con asombro sin decir nada.

Sabes que yo te amo desde que estábamos en la facultad, ¿por qué te asombra?, ahora estás sola hace un año, ¿no crees que es momento de que pienses en nosotros? Ana no salía de su asombro.

Damián, yo te quiero mucho, pero…

Él no la dejó terminar la frase y la y la volvió a besar, esta vez ella no se alejó, lo abrazó con fuerza y tendidos en la alfombra hicieron el amor.

Cuando se despertó él estaba preparando el desayuno, se acercó le apartó un mechón de pelo que caía sobre sus ojos y la beso en los labios, ella bajó la cabeza y se sentó, desayunaron en silencio entre miradas y prepararon las cosas para emprender el regreso.

Al entrar a su casa, Ana vio que la luz del contestador marcaba doce mensajes, dejó la maleta y oprimió el botón

Dra. Ana, habla el comisario Garmendia, necesitamos que venga urgente a la jefatura, es sobre el crimen de su marido.

Sin terminar de escuchar salió para la jefatura, en el camino llamó infructuosamente a Damián para contarle, pero no lo ubicó.

Se sentó en la Oficina de Garmendia y lo escuchó atentamente.

Dra. Recibimos una llamada anónima el día viernes, una denuncia contra el Dr. Damián Lacroce, inculpándolo por el crimen de su esposo y lamentamos decirle que el Dr. Está prófugo, pero allanamos su casa. Ana interrumpió al comisario diciendo que debía haber un error, ya que ella había estado con él en el Tigre el fin de semana y que lo conocía hacía años, que seguramente alguien quería desviar la investigación.

Garmendia, dejó que Ana terminara de hablar y le dijo: señora, como le dije allanamos la casa y encontramos el celular de su esposo y un reloj con sus iniciales grabadas.

Ana sintió que se le aflojaba todo el cuerpo y se desplomó en la oficina del comisario.

Cuando volvió en si, estaba en una ambulancia que la llevaba al hospital, escoltada por un oficial de policía que le pedía que esté tranquila. Estaba aturdida, no sabía si lo había soñado o era verdad, preguntó por Garmendia el oficial le dijo que descansara, que habría tiempo de hablar.

Esa misma tarde, ya en su casa, Garmendia la visitó para contarle los avances en la investigación.

Le informó que el Dr. Damián Lacroce había sido detenido y lamentaba tener que decírselo, pero había confesado que era el autor material del crimen de Pablo.

Según los dichos del mismo Damián al psicólogo de la policía “hacía años que amaba a Ana, esperé a que se diera cuenta de que Pablo no le convenía, pero fue en vano” “pensé que si el no estaba en el medio, ella finalmente sería mía” “ no me arrepiento de haberlo matado, este fin de semana ella fue mía, sabía que si el no estaba ella se fijaría en mi” “no me equivoqué” “ si se hubiera ido con Mariana, si la hubiera dejado libre a Ana hoy estaría vivo, el eligió mal”

El comisario se retiró y Ana se encerró en su casa y en si misma, no atendió los teléfonos, ni los mensajes. Se aseguró de que sus conocidos supieran que ella estaba bien y les pidió que respetaran su silencio y su necesidad de estar sola para procesar lo sucedido.


Preparó un te, alimentó al gato que maullaba y se sentó frente a la ventana en donde todavía estaban los cigarrillos y el encendedor de Pablo tal y como los había dejado antes de irse, tomó la caja, los miró, y encendió uno, el segundo que fumaría desde que había dejado de fumar dos años atrás, aspiró profundamente y dejó salir la primer bocanada de humo haciendo círculos. Recorrió mentalmente cada minuto de su último día con Pablo, había sido un día como todos, no habían hecho nada especial, nada que le sirviera aunque sea para aliviar el dolor de la ausencia, algo que retener en su memoria como lo último que habían vivido juntos y como al principio, no encontró nada.


21 de noviembre de 2009

Efímero.Segunda parte


Tres meses después, Ana tuvo el valor suficiente de encender la notebook de Pablo, revisó las carpetas que contenían fotos minuciosamente ordenadas por fechas, abrió algunos documentos e intentó abrir el correo, probó varias contraseñas, fechas de cumpleaños de él, de ella, aniversarios y se sorprendió al ver que entraba a la cuenta cuando probó con el numero de teléfono del consultorio, le dio una mezcla de risa y ternura que hubiera usado un dato tan previsible, tan fácil de descubrir.

La bandeja de entrada mostraba más de seiscientos e-mails, en su mayoría relacionados con su trabajo. Revisó sus contactos, le temblaban las piernas, se sentía como si estuviera profanando un templo sagrado, nunca había revisado ni su teléfono celular. Si la notebook en vida de él, no tenía razón alguna para sospechar absolutamente nada, eran felices, se llevaban bien, tenían buen sexo.

Entró a la lista de mensajes enviados, la mayoría de los mensajes eran para ella y para Mariana, una colega de ambos, le llamó la atención la infinidad de correos que se enviaban y el lenguaje tan amistoso que se alcanzaba a percibir en el titulo de los mismos, teniendo en cuenta que en el hospital apenas tenían trato, ya que él siempre decía que Mariana le parecía una mujer muy cambiante, de un mal humor conocido por todos, incluida Ana que en varias oportunidades se había sentido atacada y hasta le habían llegado rumores de que Mariana intentaba perjudicarla con el director del hospital.

Abrió un correo al azar y comenzó a leer lo que parecía ser un pedido desesperado de una mujer enamorada a la que habían abandonado. Ana sintió que el corazón se le salía del pecho, le faltaba el aire, su pulso aumentaba a medida que leía cada línea, estaba mareada, trataba de encontrar una explicación lógica a lo que leía, pero no la encontraba, se sentía enloquecer, venían a su memoria imágenes de su pasado con Pablo, como flashes, estaba confundida, aturdida, transpiraba, hasta sentía el sonido de la sangre que golpeaba en su sien al ritmo de su corazón en el silencio de la habitación en penumbras. Comenzó a abrir torpemente correos, de él hacia ella, de ella hacia él, agitada, nerviosa, leía pedazos de texto desordenados, cerró la notebook y se dio cuenta que ya era tarde, que ya había visto suficiente como para que su vida desde ese momento ya no fuera la misma.

Los días que siguieron, fueron una pesadilla, peor que saber que él estaba muerto fue lo que vivió desde que leyó lo que leyó en esos correos, desde que de enteró la relación que tenían Mariana y Pablo, el engaño, las amenazas de ella con contarlo todo si no se iba con ella definitivamente. Se sentía enferma de bronca, de dolor, no podía creer que el tuviera una vida paralela, que ella no se hubiera dado cuenta. Empezó a preguntarse como y cuando habría empezado esa relación. Le llevó casi cinco horas leer todo, revisar uno a uno los correos, entre lagrimas intentaba seguir con la cadena de respuestas de uno y el otro. No había dudas, Pablo y Mariana hacía al menos 6 meses que estaban juntos, ella estaba loca por él y él no parecía corresponderle con tanto fervor. En uno de los últimos correos, Pablo le decía a Mariana que la relación había terminado, que por mas que amenazara con suicidarse (no sin antes contarle a Ana toda la verdad), él ya no quería estar con ella, que las cosas se le habían escapado de las manos. Ella le respondía con mas amenazas ya no de suicidio, le decía claramente que si la dejaba lo iba a matar.

Ana lloró, destrozó contra la pared del cuarto, las pocas pertenencias de Pablo que todavía estaban en la mesa de noche. Tenía que hacer algo, ir a ver a Mariana e increparla, o ir directamente con la policía para que investigara si ella tenía algo que ver con el crimen de su esposo.

Decidió llamar a Damián, amigo de la adolescencia, compañero de facultad y actual jefe, él era alguien en quien podía confiar, era su confidente hacía muchos años, conocía a Pablo, y lo mas importante, también conocía a Mariana, además de ser su jefe, tenían algún tipo de relación fuera de lo laboral, al menos algún que otro encuentro sexual en el pasado habían tenido, algo sobre la personalidad de ella le podría aportar, un detalle, algo que le sirviera para develar si podía llegar a asesinar a una persona.

15 de noviembre de 2009

Efímero. Primera parte


Los días que siguieron a la muerte de Pablo, Ana se encerró en su casa y en si misma, no atendió los teléfonos, ni los mensajes. Se aseguró de que sus conocidos supieran que ella estaba bien y les pidió que respetaran su silencio y su necesidad de estar sola para procesar lo sucedido.

Preparó un te, alimentó al gato que maullaba y se sentó frente a la ventana en donde todavía estaban los cigarrillos y el encendedor de Pablo tal y como los había dejado antes de irse, tomó la caja, los miró, y encendió uno, hacía 2 años que no fumaba, aspiró profundamente y dejó salir la primer bocanada de humo haciendo círculos. Recorrió mentalmente cada minuto de su último día con Pablo, había sido un día como todos, no habían hecho nada especial, nada que le sirviera aunque sea para aliviar el dolor de la ausencia, algo que retener en su memoria como lo último que habían vivido juntos, pero no encontró nada.

Terminó el te, apagó el cigarrillo y se quedó sentada frente a la ventana, acariciando al gato que se había acostado en su falda. Mirando sin mirar, hasta que la tarde le dio paso a la noche y la habitación se colmó de una oscuridad y un silencio tan grande que la obligó a encender la lámpara de pié junto al sillón, bajó al gato, recogió la taza y se dispuso a tomar un baño.

Los meses que siguieron fueron una mezcla de angustia y preguntas sin respuestas. La muerte de Pablo había sido un episodio por demás confuso, la policía lo caratuló como robo seguido de muerte, pero para Ana había algo mas, su marido había recibido un disparo en la puerta de su consultorio mientras subía al auto y había muerto en la ambulancia camino al hospital.
Cuando ella fue a la comisaría a reconocer el auto y demás pertenencias de Pablo, notó que lo único que faltaba era su celular y el reloj que ella le había regalado para su cumpleaños, mientras que los quinientos pesos que esa tarde tenía que depositar seguían en su billetera.
La policía no tenía dudas, para ellos era un caso más de inseguridad, aseguraban que lo habían elegido al azar, que no había ningún indicio para pensar en otro tipo de ataque. Interrogaron a sus vecinos, secretaria y hasta a algunos pacientes y Pablo era un profesional respetable, querido por todo el mundo, al parecer nadie tenía razones para querer verlo muerto.

Nota


Hace tiempo que tengo ganas de publicar algunos cuentos (pido perdón de antemano a los escritores de cuentos) y como lo mío no tiene técnica alguna, siempre me echaba atrás. Pero como las ideas alocadas que solía tener, no aparecen, los voy a deleitar (?) con mi primer cuentito. Espero poder terminar de corregirlo (la mina se lo creyó enserio a esto de jugar a la escritora) y subirlo esta misma noche.

Espero que les guste, y no se olviden que es el primero :P

Nos vemos luego.